El perturbador cuento de hadas gótico que debes ver aunque sea una vez en la vida
Esta retorcida película de horror folclórico es un relato aterrador como ningún otro, y todo fanático del género de terror debería verla. En la nota te contamos de qué se trata y por qué es tan importante.
Existe una larga tradición de convertir antiguos cuentos folclóricos en hermosas películas de terror. La vibra fantástica de estos relatos a menudo sirve como el contraste perfecto para un horror verdaderamente espeluznante.
Entre las pocas películas de terror soviéticas que existen, Viy, espíritu del mal, estrenada en 1967 y dirigida por Konstantin Yershov y Georgi Kropachyov, es innegablemente un oscuro cuento de hadas. La cinta fue la primera del género oficialmente rodada y estrenada en la Unión Soviética.
Adaptada del relato corto del mismo nombre escrito por Nikolái Gógol, Viy ofrece no solo la exuberante imaginería que uno esperaría de un cuento de hadas, sino también una estructura narrativa similar. Todo está diseñado específicamente para recrear una fábula clásica, enfocándose más en la extrañeza inquietante que en el horror propiamente dicho.
Viy se mantiene fiel a los cuentos folclóricos europeos

Viy cuenta la historia de Khoma Brutus (interpretado por Leonid Kuravlyov), y su estancia en una extraña granja. Después de que los sueños con una bruja lo atormentan, se le asigna un trabajo aparentemente sencillo: pasar tres noches velando el cuerpo de una joven (Natalya Varley) y rezando por su alma. La joven es, por supuesto, la misma bruja de sus sueños. El resto de la película sigue las aterradoras noches que Brutus pasa encerrado en la cripta.
La estructura de tres noches permite que la cinta se organice en una narrativa fácil de seguir, evocando sus orígenes folclóricos. Cada noche, la bruja envía demonios y criaturas infernales para atormentar al piadoso Brutus, quien solo cuenta con un círculo de tiza y la oración para defenderse. A medida que avanzan las noches, el peligro en el que se encuentra Brutus solo aumenta.
Tanto el público como el protagonista esperan con ansiedad la última noche, deseando saber si logrará sobrevivir. La tensión y la expectativa que Viy genera en la preparación para el momento final son enormes.
El relato original en el que se basa la cinta se publicó durante el auge del movimiento literario gótico, y esta lenta acumulación de tensión es un ejemplo perfecto del uso del temor en el horror gótico. Esta fidelidad al material original hace que la película se sienta como pura magia. Hay muchas repeticiones en la historia, creando una sensación casi musical en su narración.
El diseño del set en la cripta es exuberante y ornamentado, con velas goteando, terciopelo rojo y elaboradas tallas en piedra. Viy se desarrolla en un pueblo de un siglo XIX impreciso, lo que hace que el vestuario tenga un aire de época sin ser demasiado definido. Esta ambientación vaga sitúa a la audiencia en un período de tiempo "gelatinoso", propio de los cuentos de hadas, en los que hay una familia real gobernante, un pueblo lleno de campesinos y donde la magia es real.
El vestuario de la joven bruja es simple pero evocador: un fino camisón blanco que ondea con cada movimiento y una enorme corona de margaritas. Se ve como una princesa hasta que uno nota su maquillaje demacrado. Con la piel pálida y un delineado negro grueso, su aspecto es inquietante.
El atuendo de Brutus, en cambio, crea un fuerte contraste visual con el de la bruja. Con el característico corte de pelo monástico y su sotana, su vestimenta subraya su fe. Esto refuerza el conflicto central de la película: el bien contra el mal.
Viy usa su fantasía para potenciar su horror

El horror de Viy es un terror de brujas. Las brujas significan magia, y eso implica que el filme está lleno de secuencias de sueños alucinantes y efectos prácticos propios de los años 60. Los sueños al inicio de la película tienen la lógica fragmentada de los sueños reales y preparan al público para los extraños giros que tomará la historia. Para capturar la esencia de la brujería, la película intenta retratar la naturaleza demoníaca de la bruja.
Cada noche, encerrado con ella, Brutus es testigo de cómo la bruja cobra vida y vuela alrededor de la cripta. Para una audiencia moderna, ver a Natalya Varley flotar por la cripta con los brazos extendidos y riéndose estridentemente, en una parodia del Nosferatu de Conde Orlok, puede resultar más divertido que aterrador. Sin embargo, esto contribuye a la sensación de extrañeza que impregna la cinta.
Los hechizos que lanza la bruja están realizados con trucos de cámara y técnicas de edición antiguas. Para el público actual, estos efectos pueden parecer más encantadores que amenazantes.
Donde la película tiene más posibilidades de inquietar a una audiencia moderna es con su criatura titular, Viy. Durante las tres noches en la cripta, la bruja invoca demonios para atormentar a Brutus, y uno de ellos es Viy.
Los demonios tienen un diseño de criaturas extraño y perturbador, más inquietante que terrorífico. Algunos parecen esqueletos, casi como zombis. No asustará a los adultos de hoy en día, pero definitivamente hará estremecer a aquellos sensibles al uncanny valley.
Para los espectadores modernos, Viy no será una película aterradora. En su lugar, será una experiencia visualmente psicodélica y atmosférica que utiliza una imaginería inquietante y de cuento de hadas para crear una historia fantástica. Con una fidelidad bastante estricta a su material original, juega con las nociones clásicas de brujas, demonios y religión.
Visualmente, la película es un verdadero deleite, con apariciones demoníacas surreales que contrastan con los elementos góticos, como la frialdad de la piedra y las doncellas vestidas con camisones flotantes.
Viy, espíritu del mal logra recrear la narración espeluznante pero mágica de los cuentos de hadas favoritos de la infancia.