El thriller de ciencia ficción que fue aclamado y todo fan del género debería ver una vez en la vida
Este thriller de ciencia ficción neozelandés fue elogiado por la crítica y es imperdible para cualquier fan del género. En la nota de contamos de qué se trata.

Bruno Lawrence protagoniza este thriller de sci-fi que no tiene desperdicio.
Mirage FilmsEs debatible, pero uno de los escenarios más emocionantes del cine de ciencia ficción es cuando una película gira en torno al tropo de “la última persona en la Tierra”. Estas historias crean un terreno fértil para examinar la soledad, la libertad, la locura y la esencia misma de la humanidad despojada de todo.
Incontables películas y libros han explorado este paisaje desolado, siguiendo a menudo un camino familiar. Sin embargo, La tierra quieta (The Quiet Earth), thriller neozelandés de 1985 dirigida por Geoff Murphy -libremente adaptada de la novela homónima de Craig Harrison de 1981-, sigue siendo una obra inquietante e intelectualmente provocadora que no sólo abrazó esa fórmula, sino que, posiblemente, la perfeccionó al dotarla de una profunda carga psicológica.
Con una interpretación central hipnótica de Bruno Lawrence, una representación escalofriante y atmosférica de un Auckland vacío, y un clímax inolvidable que desafía la realidad, La tierra quieta lleva al espectador a un trance meditativo que se siente como un largo sueño. Su poesía visual austera y sus temas existenciales sobre la vida y el más allá elevan la película más allá de la ciencia ficción y la adentran en el territorio psicológico. Es un clásico de culto que, 40 años después, merece un lugar destacado en la lista de todo amante del cine.
¿De qué se trata La tierra quieta?
La trama comienza de forma típica, como cualquier historia de “el último hombre en la Tierra”. El científico Zac Hobson (Lawrence) se despierta una mañana a las 6:12 a.m. en un mundo completamente silencioso. Cuando mira por la ventana, ve al sol oscurecerse momentáneamente, rodeado por una extraña corona roja. Este es “El Efecto”, una catástrofe global vinculada a “Operación Linterna”, un proyecto internacional de red energética en el que Zac trabajaba y del que tenía serias dudas. Al salir de su motel, encuentra escenas de un apocalipsis: coches abandonados en mitad de la carretera, un avión de pasajeros intacto en una calle suburbana, pero ni un solo cuerpo, solo una quietud total y absurda.
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Lo que sigue es un espectáculo en solitario de Lawrence, mientras el público presencia cómo Zac pasa por las etapas predecibles del aislamiento: el horror inicial, seguido de una fase maníaca en la que disfruta de los lujos sin restricciones de una civilización muerta; se muda a una mansión, se da todos los gustos, adquiere posesiones. Pero la representación del deterioro psicológico de Zac está lejos de ser convencional. Es cruda, a menudo incómoda y profundamente humana.
Las imágenes retratan una mente fracturada por la culpa y la soledad absoluta, interpretada con una intensidad excepcional, quien sostiene un tercio de la película completamente solo. Pero después de tanto deambular en busca de vida y sufrir episodios de locura, finalmente encuentra a Joanne, otra sobreviviente.
La tierra quieta redefine el apocalipsis
En su acto final, La tierra quieta se desvía completamente de la fórmula y consolida su estatus de culto con lo que debería ser uno de los finales más impresionantes y ambiguos de la ciencia ficción. Sin entrar en spoilers, el director entrega un final ambiguo, el cual perfecciona el tropo del “último hombre”.
El director Geoff Murphy y su editor Michael Horton deben ser elogiados por presentar una interrogante existencial visualmente impresionante que permanece en la mente mucho después de verla.
En el vasto panorama del cine de ciencia ficción postapocalíptico, La tierra quieta se mantiene como una película que prioriza la atmósfera, el realismo psicológico y las preguntas existenciales por encima de las respuestas fáciles. Exige no ser olvidada, sino estar en la lista de todo cinéfilo.