Martin Scorsese confesó que ya no va al cine porque el público ya no sabe comportarse

Martin Scorsese dejó de ir al cine porque, según él, la experiencia se arruinó: ya no se respeta la película ni al espectador.

Martin Scorsese no está exento se un problema que afecta a la mayoría. 

Martin Scorsese no está exento se un problema que afecta a la mayoría. 

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Desde hace un tiempo, un debate incómodo asoma en distintos rincones del mundo: ¿ya no sabemos comportarnos? Las reglas tácitas que alguna vez rigieron la convivencia parecen tambalear frente a nuevas costumbres que irrumpen sin pedir permiso. En las calles, en los restaurantes, en el transporte público... y también en las salas de cine. Ese espacio que alguna vez fue sagrado para los cinéfilos, hoy vive una transformación incómoda. Y uno de sus testigos más lúcidos es nada menos que Martin Scorsese.

El legendario director, artífice de películas como Taxi Driver o Buenos muchachos, confesó recientemente que dejó de asistir a salas de cine. No por desinterés ni falta de estrenos atractivos, sino por culpa del público moderno. “La gente habla, se levanta a comprar comida, está sentada con el celular y ahoga las voces de los actores con sus conversaciones”, explicó en diálogo con su amigo y crítico de cine, Peter Travers. En palabras de Travers, Scorsese se mostró “visiblemente irritado” por la falta de respeto hacia lo que sucede en pantalla.

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Martin Scorsese ya no va a salas de cine públicas.

Martin Scorsese ya no va a salas de cine públicas.

Para el director de 81 años, no se trata de un gesto de esnobismo: el cine en sala ya no le resulta placentero. Incluso reveló un detalle personal que también influye: “Soy bajito y siempre tengo a alguien grande delante de mí”, dijo. “Me pasa lo mismo en Broadway. No puedo ver bien.” Aun así, aseguró que disfruta del formato IMAX cuando logra ubicarse en los asientos traseros y mirar hacia arriba con tranquilidad.

La situación no le impide seguir disfrutando del séptimo arte. Scorsese cuenta con salas privadas tanto en su casa como en su apartamento, lo que le permite ver películas con la mejor calidad técnica y sin interrupciones. Según comentó, estas condiciones le devuelven algo que siente perdido en las proyecciones masivas: el verdadero encuentro con la película.

Un problema que excede al director

Aunque Scorsese se ha ganado el derecho a elegir dónde y cómo ver cine, su postura dejó resonando una pregunta más amplia: ¿se ha perdido el ritual de ver una película con respeto? Mientras algunos coinciden en que la experiencia colectiva se ha desvirtuado por la omnipresencia de los dispositivos y la falta de atención, otros señalan que estas molestias existieron siempre, pero que antes se naturalizaban. Incluso el propio Travers bromeó: “Nosotros también hablábamos en la sala cuando éramos jóvenes”, a lo que Scorsese respondió: “Puede ser, pero hablábamos sobre la película. De lo bien que lo pasábamos discutiéndola”.

Así, la renuncia de Martin Scorsese a las salas tradicionales no solo refleja un malestar personal, sino que destapa una conversación mayor: ¿está cambiando el rol del espectador? ¿Se puede recuperar el silencio, la atención y el respeto en una era marcada por la hiperconectividad? La pregunta queda abierta, mientras uno de los grandes del cine elige seguir mirando desde la distancia... literal y simbólicamente.