Lo que el documental de Netflix no muestra sobre Aileen Wuornos
El documental de Netflix Aileen: La reina de las asesinas en serie revive la aterradora historia de Aileen Wuornos, una de las asesinas más conocidas de Estados Unidos.
Netflix repasa la historia de Aileen Wuornos
El documental de Netflix Aileen: La reina de las asesinas en serie revive la aterradora historia de Aileen Wuornos, una de las asesinas más conocidas de Estados Unidos. La producción busca explorar los límites entre víctima y depredadora, mostrando cómo una vida marcada por el abuso y la marginalidad terminó en una cadena de homicidios. Sin embargo, hay aspectos de su historia que el documental apenas toca, y que son esenciales para entender quién fue realmente esta mujer y qué la llevó a ese punto sin retorno.
Lo que el documental de Netflix deja fuera es la profundidad del trauma que acompañó a Aileen Wuornos desde su infancia. Nacida en 1956 en Michigan, fue abandonada por su madre siendo un bebé y criada por sus abuelos, quienes ejercieron una violencia constante sobre ella y su hermano. A los 14 años fue abusada sexualmente y quedó embarazada, lo que marcó el inicio de una vida de exclusión y supervivencia. Tras ser expulsada de su hogar, vivió en los bosques, intercambiando sexo por comida y refugio, un detalle apenas mencionado en la serie, pero crucial para entender la raíz de su conducta.
Mirá el tráiler del documental:
Durante más de dos décadas, Aileen Wuornos recorrió el país bajo distintos nombres, sobreviviendo a base de pequeños robos y prostitución en las carreteras de Florida. En 1976 intentó cambiar su destino al casarse con un empresario de 69 años, pero la relación terminó rápidamente tras episodios de violencia. El documental de Netflix se centra más en sus crímenes que en esta etapa, donde ya se percibía una vida fracturada por la desconfianza y el abandono.
Otro punto que la serie apenas aborda es su relación con Tyria Moore, una camarera con quien convivió y que fue su única figura de afecto. Su vínculo fue intenso, dependiente y finalmente destructivo. Cuando los asesinatos salieron a la luz, Moore cooperó con la policía para conseguir la confesión de Wuornos, un acto que muchos interpretan como traición. Este aspecto emocional, que podría explicar la desestabilización mental de Aileen, queda diluido en la narrativa del documental.
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El verdadero trasfondo de los asesinatos —siete hombres muertos entre 1989 y 1990— también tiene matices omitidos. Wuornos afirmó haber actuado en defensa propia ante intentos de agresión sexual, pero el sistema judicial y los medios la convirtieron en un símbolo del mal. La cobertura mediática, más centrada en su imagen de “monstruo”, eclipsó cualquier análisis sobre su salud mental o el contexto de violencia estructural en el que vivió. En esto, el documental de Netflix repite parte del mismo enfoque sensacionalista que dice cuestionar.
En sus últimos años, Aileen Wuornos desarrolló paranoia y delirios, convencida de que los guardias en prisión contaminaban su comida. Fue ejecutada en 2002, dejando frases enigmáticas que mostraban su deterioro emocional. Lo que el documental omite, y que define su tragedia, es cómo una mujer abusada y marginada se convirtió en el espejo más incómodo de una sociedad que la usó, la juzgó y finalmente la olvidó. Su historia, más allá de los crímenes, sigue siendo una reflexión sobre la falta de empatía y el costo humano de la desesperación.




