En su carrera como directora, Diane Keaton dirigió un episodio de esta serie de culto y pocos lo saben
El episodio más extraño de Twin Peaks fue dirigido por Diane Keaton, y su mirada transformó el caos en arte televisivo.
La actriz falleció a los 79 años de edad.
ShutterstockEl mundo entero aún llora la partida de Diane Keaton, quien falleció el sábado 11 de octubre a sus 79 años de edad. Keaton tuvo una prestigiosa carrera como actriz con títulos como El Padrino, Annie Hall o Alguien tiene que ceder. Sin embargo, lo que pocos saben es que también se lució como directora.
Quizás, uno de los títulos que más sorprende encontrar entre sus créditos como directora es Twin Peaks. Que Keaton dirigiera un episodio de Twin Peaks en 1991 parecía una decisión tan absurda como fascinante. Por entonces, la serie creada por David Lynch y Mark Frost ya se había convertido en un fenómeno cultural que mezclaba el misterio, el humor absurdo y el terror doméstico. Y, aunque la actriz nunca había estado asociada al universo lyncheano, su aporte resultó uno de los momentos más originales (y subestimados) de toda la serie.
Keaton participó como directora del episodio “Slaves and Masters”, de la segunda temporada de Twin Peaks. Un capítulo que ha quedado grabado en la mente de mundos por su rareza y extravagancia.
La mirada de Diane Keaton en Twin Peaks
La temporada 2 de Twin Peaks tuvo una producción compleja. Lynch y Frost comenzaban a alejarse de la ficción, la sala de guionistas había quedado con menos integrantes y los directores restantes intentaban, con mayor o menor éxito, mantener el tono surrealista que había conquistado a millones de espectadores. Entre ellos habían nombres como Caleb Deschanel o Lesli Linka Glatter, pero ninguno logró replicar del todo la visión de Lynch.
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Esta situación derivó en tramas absurdas, personajes desbordados y un aire de parodia involuntaria que hizo tambalear el encanto inicial del programa. En ese contexto, el episodio dirigido por Diane Keaton fue una rareza dentro de la rareza. No porque corrigiera el rumbo, sino porque lo llevó al extremo.
El episodio "Slaves and Masters" hereda uno de los peores guiones de la temporada: James Hurley envuelto en un thriller barato, Ben Horne creyéndose un general confederado y Josie Packard transformada en una sirvienta antes de terminar, literalmente, convertida en mueble. Pero Keaton decidió no huir del desastre, sino convertirlo en una experiencia visual fascinante.
Desde los primeros minutos, su sello se nota. La cámara se mueve con un ritmo casi hipnótico, alternando planos lentos, disolvencias y una obsesión por los objetos, como piezas de ajedrez, engranajes o sierras que giran. La directora construye imágenes que parecen sacadas de un sueño, o de una pesadilla,, y logra que lo absurdo cobre un sentido poético.
Incluso los momentos más ridículos encuentran en su mirada un toque de ironía y calidez. Hay humor involuntario, sí, pero también una sensibilidad que recuerda que esos personajes siguen siendo humanos.
Cuando lo no lyncheano se vuelve lyncheano
Lo curioso es que el episodio dirigido por Diane Keaton no se parece a los de David Lynch, y justamente por eso se siente tan fiel a su espíritu. Mientras muchos intentaban copiar los tics visuales del director (las cortinas rojas, los planos en picado, los silencios inquietantes), Keaton optó por seguir su propio instinto. Su versión de Twin Peaks no busca imitar, sino reinterpretar.
El resultado es un capítulo que descoloca, desconcierta y, al mismo tiempo, funciona como una declaración de principios. Twin Peaks siempre fue un espacio donde lo absurdo convivía con lo profundo, y “Slaves and Masters” captura ese equilibrio a su manera. Diane Keaton transformó el caos en un experimento visual y emocional que, más de treinta años después, sigue siendo un ejemplo de cómo una mirada ajena puede revitalizar un mundo aparentemente agotado.





