La Barbie de Greta Gerwig y la posibilidad de cuestionar una convención dañina

Las últimas imágenes de la película de Barbie nos reveló a un Ryan Gosling en modo Ken. Su imagen, me atrevo a pensar, es una suerte de doble uso: el de publicidad o promoción de la película, pero también un anticipo bastante camuflado de lo que podemos llegar a ver.

Hace unos días, Margot Robbie, quien hará de Barbie en la película, resumía en pocas palabras lo que a muchos nos habrá pasado cuando nos enteramos de esta película, al declarar: “La gente generalmente escucha 'Barbie' y piensa: 'Sé cómo va a ser esa película', y luego escuchan que Greta Gerwig la está escribiendo y dirigiendo, y dicen: 'Oh, bueno, tal vez no´”

Que sea esta directora quien se ponga al frente de una película como Barbie no es una casualidad. Quienes están a cargo de financiar estas películas no le escapan a que gran parte de la sociedad no consume igual que lo hacía hace unos años. 

Las redes sociales y las plataformas cambiaron el paradigma y llegaron con una dualidad que es casi un oxímoron: a la vez que se visibilizan trastornos producidos por la búsqueda de la “belleza”, también el consumo del canon hegemónico de la misma potenció estos conflictos. La fuerza de la imagen y la influencia de la necesidad de impactar rápidamente a través de algo que resulte cómodo (una constante de los medios masivos actuales) hace que a pesar de muchas movidas en pos de cambiar esta hegemonía terminen sucumbiendo, o por lo menos quedando opacadas por las mismas. 

Barbie parece haber tomado algunos de los actores de las llamadas minorías para fortalecer la contracorriente: Hari Nef, una actriz trans; Kate Mckinnon, una actriz abiertamente homosexual; y la incorporación de Simu Liu y Ncuti Gatwa, actores de etnias diferentes al galán norteamericano que durante décadas reprodujeron el estereotipo de belleza del cine hollywoodense. Sin embargo, también es cierto que muchas películas de los últimos años introdujeron cambios de este tipo. Desde heroínas femeninas como Capitana Marvel o la Pantera Negra, un superhéroe negro. Sin ir más lejos, la misma Greta Gerwig dirigió Mujercitas hace unos años, dándole una impronta feminista a un clásico de Hollywood. Y no creo que nadie se atreva a afirmar firmemente que el cambio ha sido profundo.

Estas incorporaciones no dejan de ser, intrínsecamente, parte de la idea de que es alguien por fuera de la nombrada hegemonía. Su inclusión todavía nos llama la atención, todavía genera comentarios y, sobre todo, detractores (no es que sean mayoría, sino que es lo que marca que aún como sociedad hay integrantes a los que les hace ruido).

Esta película pareciera, o por lo menos espero que así sea, que intentará desarmar la convención de la belleza como una adjetivación positiva predominante. No sé si es posible transformar el concepto de belleza a algo absolutamente subjetivo, es difícil pensar en una sociedad (entendiendo por supuesto la de las distintas culturas del mundo por separado) que no tenga cierto parámetro común para ello. Lo que sí puede pasar es que no sea algo que cierre puertas, que no sea parte del atractivo de una película, un producto o lo que fuere. 

La historia de las muñecas Barbie puede traer un sinfín de cuestionamientos y su película puede ser una continuación de estereotipos, una mera estrategia de dudas superficiales como estrategia de marketing, o una profundización interesante para que, además de disfrutar una buena historia, podamos poner en la mesa una vez más la importancia del respeto de todos los cuerpos y la desidealización de la belleza hegemónica, cualquiera sea la misma. Espero que sea esta última.  

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