Napoleón: Ridley Scott dirige a Joaquin Phoenix en una apuesta que entretiene pero no deslumbra
El director se despacha con otra espectacular puesta en escena y el retrato de un hombre que no cedió ante sus caprichos tiránicos, tanto en el campo de batalla como en su vida personal.
Tras una larga espera, Napoleón finalmente llegó a los cines. La nueva apuesta épica dirigida por Ridley Scott, cuenta con las actuaciones de Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby en los roles de Napoelón y Josefina.
Scott es uno de esos directores que nos tiene acostumbrados al cine épico moderno, habiendo conquistado el género con películas como Gladiador, Cruzada, Robin Hood, y El último duelo, por mencionar algunas. También es el hombre detrás de grandes clásicos de la ciencia ficción como Blade Runner, Alien, el octavo pasajero, y The Martian.
Para su última gran puesta en escena, el director decidió llevar a la pantalla grande la vida de Napoleón Bonaparte, el militar francés cuya figura ha sido objeto de estudio, debate y polémica durante siglos. Pero lejos de regalarnos una biopic convencional, Scott adopta una visión particular para contar esta historia de ambición, poder, victorias y fracasos. Una que logra conjugar, drama, comedia, un poco de romance y, lo que mejor le sale al director, grandes batallas épicas.
Mira el tráiler de Napoleón:
Sin tiempo que perder, Napoleón nos sumerge de lleno en 1789, durante los momentos más sangrientos y convulsionados de la Revolución Francesa. Allí encontramos a un Napoleón Bonaparte como oficial de artillería que observa junto a la exaltada multitud mientras María Antonieta es conducida hacia la guillotina, poniendo fin a un período de exaltación popular que puso fin a la monarquía de Luis XVI.
Poco después, Napoleón y su hermano Lucien mantienen un encuentro con Paul Barras, un político francés y líder del Directorio, para que tomen cartas en el asunto con un tema de gran urgencia. Y es que la instauración del Terror provocada por Robespierre llevó a un quiebre de poder, cediendo ante el avance del ejército británico, quienes ocuparon la ciudad de Toulon. Como el gran estratega que era, Napoleón lanza un ataque sorpresa y no tarda en recuperar la ciudad francesa, regresando victorioso a París.
En su camino a convertirse en héroe, Napoleón conoce a Josefina de Beauharnais, una aristócrata recién salida de la cárcel que no tarda en captar la atención del militar. Su belleza, elegancia y carácter hacen que el general caiga rendido a sus pies, desatando una obsesión que será el inicio de una relación conflictiva y volátil, con altas y bajas que tendrán gran impacto en la vida del Emperador.
A partir de allí somos testigos de una yuxtaposición de elementos que van desde sus hazañas en el campo de batalla y su matrimonio con Josefina, hasta su segundo exilio en el Isla de Santa Helena, donde finalmente fallece en 1821. Con esta estructura en mente, Ridley Scott y el guionista David Scarpa nos sumergen en una condensada pero entretenida historia del emperador francés, que vuelve a reunir al director con el actor ganador del Oscar, unas dos décadas después de Gladiador, en donde Phoenix dio vida al emperador Cómodo.
Para ponerse en la piel de Napoleón, Joaquin Phoenix parte de una interpretación sobria y cuidada del líder francés. Esta versión muestra a Bonaparte como una figura egocéntrica y narcisista, muy inseguro de sí mismo, que lo llevará a mostrarse como un dios ante quienes dudan de sus hazañas. Incluso, por momentos destila una especie de aura infantil para saciar sus caprichos internos.
Uno de los puntos clave de la historia es el intempestivo romance con Josefina, su primera esposa. A pesar de ello, la película aporta poco contexto de la obsesión que desarrolla en torno a la hermosa mujer de feroz carácter y poco interés en la figura del general. Durante los primeros años de su matrimonio, Josefina se convierte en el blanco de los chismes por sus infidelidades, de los cuales toda Francia estaba al tanto, menos el propio Napoleón, quien a través de su correspondencia se lamenta que su esposa no le escriba con la frecuencia que él espera.
Josefina es interpretada de forma sutil y con gran presencia por la nominada al Oscar Vanessa Kirby, quien se las ingenia para aportar los matices necesarios a su personaje, en el tiempo que tiene en pantalla, que a pesar de ser bastante se siente insuficiente.
De esta forma, Napoleón debe manejar dos frentes de batalla en simultáneo, las que debe pelear junto a miles de soldados en su ambición por conquistar Europa, y la que debe enfrentar puertas adentro con Josefina, hasta que ella ceda y se convierta en la devota esposa que él tanto anhela.
La química entre Phoenix y Kirby está bien lograda, sin embargo, uno de los aspectos en donde el guion falla es en no explorar más a fondo esta relación. Previamente, Ridley Scott anticipó que algunos de estos elementos serán profundizados en la versión extendida de la película. No obstante, para la versión que todos veremos en los cines, se siente incompleto e inacabado.
Donde Scott sí se luce, y es uno de los grandes maestros en este aspecto, es en la apuesta visual y en las impactantes secuencias de batalla. El estilo visual de la película es realmente extraordinario, con una atención al detalle y una meticulosidad que roza el perfeccionismo. Casi como si quisiéramos pasar más tiempo en el campo de batalla, donde Napoleón no escatimaba a la hora de enfrentar a su enemigo.
En última instancia, Napoleón resulta efectiva, por momentos. Cumple y entretiene con las grandes actuaciones de sus protagonistas y su inigualable puesta en escena. Está claro que a Ridley Scott no le interesa perder tiempo en contextualizar y brindar detalles que, si bien aportarían un mayor entendimiento al espectador, no es el objetivo final de la película. No quiere ser un recuento pormenorizado de la vida de Bonaparte, sino el retrato del carácter de un hombre cegado por sus ansias de poder y sus inseguridades, que al final de sus días lo dejaron profundamente insatisfecho.
En su casi abrupto final, la película da cuenta de la cantidad de vidas que se perdieron en la empresa que Napoleón emprendió en su viaje por la conquista de Europa. En última instancia exhibe el alto costo que enfrentó una nación a costa de la voluntad de un hombre que no conoció límite alguno.
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