Crítica de Nosferatu: Robert Eggers ofrece una clase magistral de terror y una remake hipnótica

Crítica de Nosferatu: Robert Eggers ofrece una clase magistral de terror y una remake hipnótica

Robert Eggers está de regreso con Nosferatu, su nueva película que adapta el clásico de terror mudo de 1922, ofreciendo un espectáculo que no dejará a nadie indiferente.

Victoria Muzio

Victoria Muzio

Creo que podemos afirmar que, a estas alturas, Robert Eggers es uno de los mejores cineastas de su generación, pues con solo tres películas (La bruja, El faro y El hombre del norte), demostró su pasión por hacer un cine de calidad y que adentra al espectador por completo en el universo gótico de las historias que propone. Y Nosferatu, su más reciente proyecto, no es excepción.

Para Eggers, la remake de Nosferatu, el clásico del cine de terror de 1922 dirigido por Friedrich Wilhelm Murnau, era un proyecto pasional y personal, algo que puede verse a través del detallismo y compromiso que pone en cada plano y escena. La historia se inspira en Drácula, el libro de Bram Stoker; y nos traslada a la Alemania del siglo XIX. Allí conocemos a Ellen Hutter (Lily-Rose Depp), la joven esposa de un agente de bienes raíces (Nicholas Hoult) que emprende un viaje a Transilvania para encontrarse con el temible Conde Orlok (Bill Skarsgård), quien está obsesionado con Ellen y planea reencontrarse con ella, desatando una ola de terror a su paso.

Mira el tráiler de Nosferatu:

 

Si bien la película llegará a los cines latinoamericanos el 2 de enero de 2025; me atrevo a decir que Nosferatu es la mejor película de terror del 2024 (en Estados Unidos y España se estrena el 25 de diciembre). Al momento que la película alemana original se estrenó, automáticamente se convirtió en un clásico, y al día de hoy es recordada como una de las principales impulsoras del cine de terror y del expresionismo alemán. Dicho esto, y teniendo en cuenta la cantidad de factores y elementos que separan a ambas producciones, me atrevería a decir que la remake de Eggers es (o debería ser) el clásico de su propia época.

Desde el minuto cero, el director pone el pie en el acelerador y no duda un segundo en meternos en una atmósfera opresiva, hechizante, hipnótica y espeluznante que no hace más que aumentar con cada segundo que pasa. Definitivamente, el gran beneficio que tiene esta producción es el avance de la tecnología, pues el diálogo nos permite ahondar y conectar con la historia de una manera que, el clásico mudo no lo hizo. Tal vez omite brindarle cierto contexto el espectador al no profundizar en el folclore y en las tradiciones propias de su universo, pero Eggers es cuidadoso y respetuoso. Sabe que se encuentra ante la remake de una de las películas más importantes de la historia, y si bien se encarga de rendirle homenaje a la misma, también logra despegarse, ofreciendo un relato elevado y único.

La remake de Robert Eggers logra separarse de su predecesora. Foto: Focus Features

Hablemos un poco de las actuaciones. Cuando se confirmó el proyecto por allí en 2016, la actriz elegida para el papel principal había sido Anya Taylor-Joy, pero debido a retrasos en la producción, el rol terminó quedando en manos de Lily-Rose Depp. ¡Y qué buena decisión! Pues, (sin criticar a Taylor-Joy), lo que hace la joven de 25 años es de otro mundo, y demuestra que era la actriz perfecta para interpretar a Ellen Hutter. El acento y las expresiones son excelentes para presentar a una mujer atormentada, pero lo más cautivante de su actuación es su trabajo físico, que acompaña su tormento. En realidad, una gran parte del elenco se luce por lo físico, incluyendo Nicholas Hoult, quien demuestra una vez más por qué es uno de los actores jóvenes más talentosos de su generación y al que hay que prestarle atención

Párrafo aparte para Bill Skarsgård. Ponerse en la piel del Conde Orlok no es tarea fácil, pero el actor sueco goza de cierta experiencia, especialmente después de meterse en personajes como el payaso Pennywise (It) y Eric Draven (El cuervo), entre otros. El intérprete se pierde por completo en el personaje, debajo de su aspecto repugnante, que obliga a mirar a un costado y a su vez no querer apartar la vista para poder apreciar su verdadera naturaleza. También hay que mencionar el excelente trabajo de voz, para lo cual entrenó para bajar algunas octavas con el fin de hacerla lo más profunda posible. No hay forma de prepararse para ver al vampiro en pantalla, y gracias al maquillaje y los efectos, nos encontramos ante una verdadera criatura de pesadilla.

Bill Skarsgård sorprende con su interpretación del Conde Orlok. Foto: Focus Features

El resto del elenco está muy bien. Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin, Ralph Ineson y Simon McBurney hacen un muy buen trabajo en roles secundarios. Willem Dafoe (fiel colaborador de Robert Eggers), deleita una vez más con su excentricidad, aportando un toque único y una participación que nunca falla en conquistar al espectador.

No hay mucho más que decir (en realidad sí, muchas más cosas), sobre Nosferatu; salvo que se trata de una película que, definitivamente, hay que ver en el cine. Si bien es un filme que desde el primer momento engancha, la atmósfera que crea y la forma en la que nos transporta a ese mundo solo puede lograrse a través de una pantalla grande, y esa es una experiencia que todos deberían vivir. 

Nosferatu es una remake que está a la altura. Foto: Focus Features

A modo de resumen: Nosferatu es una remake que está a la altura como pocas otras. Todo en ella es espectacular y cuidadoso: desde la fotografía que juega con las sombras y la noche hasta los vestuarios y la ambientación; y la banda sonora no hace más que sumergirnos en una pesadilla que fascinará a los amantes del cine de terror. Puede que al final se termine haciendo un poco larga, pero la espera vale la pena y su clímax es una escena que no dejará indiferente a nadie. Es hipnótica, erótica; un relato gótico de gran calidad y que termina de sembrar lo que ya sabíamos: Robert Eggers hace películas como nadie más… ¡y queremos más de ellas!  

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