Final explicado de Una batalla tras otra, la nueva película de Paul Thomas Anderson con Leonardo DiCaprio
La nueva película de Paul Thomas Anderson combina sátira y crudeza para mostrar cómo la resistencia y la familia sobreviven al control y la violencia por parte del Estado.

Una batalla tras otra se encuentra disponible en cines.
Warner Bros. PicturesTras su última película en 2021, Paul Thomas Anderson regresa a los cines con Una batalla tras otra(One Battle After Another), su nuevo largometraje protagonizado por Leonardo DiCaprio, Sean Penn y Chase Infiniti.
La trama gira en torno a Bob (DiCaprio) y su hija Willa (Chase Infiniti), quienes huyen de Lockjaw (Penn), un coronel militar con fuertes vínculos con un club secreto supremacista llamado Club de los Aventureros Navideños. El conflicto personal entre ellos es solo la superficie de una batalla mayor contra un sistema que aplasta a los más vulnerables.
Una batalla tras otra no es fácil de encasillar, y se podría definir como un thriller político y sátira que se adentra en el tema de la violencia por parte del Estado, las minorías que buscan resistir y los fantasmas del nacionalismo. Pero al mismo tiempo sirve como una reflexión más amplia sobre la familia, el Estado, la comunidad y la herencia que una generación deja a la siguiente.
A continuación hay spoilers de Una batalla tras otra.
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Bob, Willa y un enemigo obsesionado
Hacia la mitad de la película, Willa descubre que Bob no es su padre biológico, sino que su verdadero progenitor es Lockjaw, producto de una relación entre él y su madre Perfidia Beverly Hills, militante de la resistencia. El descubrimiento pone a la joven frente a frente con sus creencias y las contradicciones con las que fue criada. A pesar de todo, Bob nunca deja de ser su padre. Esa relación de afecto en medio del caos sostiene el corazón de la película.
Pero más allá de la tensión política y las escenas de persecución, Anderson pone a Willa en el centro de la historia e intenta mostrar cómo el amor y la comunidad se convierten en un arma contra un entorno opresivo. La joven carga con el legado de su madre y con el peso de una generación cansada de las promesas incumplidas de los adultos.
Willa no se impresiona con el poder ni con las amenazas. De hecho, ridiculiza a Lockjaw por su camisa demasiado ajustada o por los alzas en sus zapatos. Esa mirada descreída desarma la figura de autoridad del villano y expone su fragilidad. Lo que podría ser una simple anécdota se convierte en un comentario punzante sobre la naturaleza del poder.
El verdadero villano: un grupo de cristianos blancos devotos a Papá Noel
Aunque Lockjaw es el enemigo visible, la película deja claro que la amenaza real es estructural. El Club de los Aventureros Navideños representa a las élites que mueven los hilos desde las sombras, vinculadas con el ejército y la policía, y que promueven sin tapujos un ideario racista. Lockjaw solo es una pieza desechable de ese engranaje.
Anderson ridiculiza sus rituales absurdos, como comer únicamente con vajilla navideña y saludarse con un grotesco “¡Hail St. Nick!”, para subrayar lo ridículo de cualquier ideología basada en la supremacía. Sin embargo, detrás del humor hay un retrato brutal de cómo operan las estructuras de poder y de cómo usan a sus fieles como simples instrumentos.
Una revolución imperfecta pero necesaria
La resistencia tampoco se muestra como un movimiento puro o idealizado. El grupo French 75, al que pertenecen Bob y Beverly, carga con errores y contradicciones, atrapado en sus propios códigos y burocracias internas. Anderson plantea que la lucha nunca es sencilla, que incluso quienes pelean contra el sistema deben lidiar con sus fallas humanas.
Lo que emerge como motor narrativo es la solidaridad. Un cazador de recompensas nativo americano que ayuda a Willa, monjas que ofrecen refugio, jóvenes que transmiten mensajes radiales clandestinos o vecinos que se enfrentan a las redadas. Todos esos gestos individuales construyen un tejido colectivo que resiste al autoritarismo.
Un final de lucha y esperanza
Lockjaw encarna el costado más patético del poder. Su obsesión por ser aceptado en el Club de los Aventureros Navideños revela que su violencia responde más al ego que a convicciones. Necesita ser visto como un hombre fuerte, pero su imagen se resquebraja constantemente. Su caída es inevitable, y cuando el propio club decide eliminarlo queda claro que no era más que un peón descartable.
El final de Una batalla tras otra no ofrece victorias definitivas. Lockjaw muere, pero el club sigue intacto y la maquinaria de odio continúa. Aun así, Anderson apuesta por un gesto esperanzador cuando Willa recoge el legado de la resistencia, se reconcilia con Bob y sale a las calles a unirse a una protesta. El mensaje es claro: las batallas seguirán, pero cada generación tiene la oportunidad de elegir cómo enfrentarlas.
Con esta película, Paul Thomas Anderson entrega una obra incómoda, ambiciosa y profundamente política. Un relato que denuncia la violencia sistémica pero que también celebra la posibilidad de construir vínculos que desafíen al poder. Una batlla tras otra no busca respuestas fáciles, sino mostrar que incluso en los tiempos más oscuros, la resistencia y el amor pueden abrir un camino.