Estas son las películas más icónicas del cine de terror de cada década y que marcaron al género
Un recorrido por las películas que marcaron el cine de terror de cada década, desde los inicios del séptimo arte hasta la actualidad.
Lo mejor del cine de terror de cada época.
El género de terror se ha convertido en uno de los comentados de los últimos tiempos. De hecho, el 2025 ha sido un gran año para el cine de terror, que nos ha dejado varias joyitas que involucran vampiros, brujería y hasta un perro tratando de defenderse de fuerzas malignas.
Pero el terror en el séptimo arte no es nada nuevo. Desde sus inicios, el género ha estado presente en cientos de largometrajes que supieron reflejar los tiempos y realidades de cada generación, con un estilo propio. Zombis, vampiros, el loco con hacha en mano y hasta posesiones demoníacas, son solo algunas de las temáticas que se han explorado en la pantalla grande.
En este listado repasamos las películas que definieron el miedo década tras década y que al día de hoy son considerados clásicos del cine.
Nosferatu (1922)
El vampiro más icónico del cine de terror sigue vivo en el imaginario colectivo.
La década del veinte fue la del nacimiento del terror cinematográfico. El expresionismo alemán dominaba con títulos como El gabinete del doctor Caligari y El gólem, donde las sombras y los contrastes reemplazaban los gritos. En ese contexto, Nosferatu fue una revolución silenciosa.
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Dirigida por F. W. Murnau, esta versión no autorizada de Drácula llevó el mito del vampiro a un territorio más oscuro y realista. Max Schreck encarnó al conde Orlok con una presencia casi inhumana, y cada encuadre de la película parece salido de una pesadilla. El miedo aquí no era solo al monstruo, sino a la peste, a lo desconocido, a la muerte que se arrastra entre las sombras. Un siglo después, su imagen sigue viva, como si el vampiro jamás hubiera muerto.
La novia de Frankenstein (1935)
Elsa Lanchester encarnó a la novia de la criatura en La novia de Frankenstein de 1935.
Los años treinta fueron la edad dorada del terror clásico. Mientras Universal dominaba con sus míticos monstruos con títulos como Drácula, La momia y El hombre invisible, el género se consolidaba como fenómeno de masas.
En medio de esa explosión, La novia de Frankenstein de James Whale se destacó por su sensibilidad y audacia. Lejos de repetir la fórmula, el director convirtió la secuela en una historia sobre la soledad, la identidad y el rechazo. Boris Karloff volvió a brillar como la criatura, mientras Elsa Lanchester, con su icónico peinado eléctrico, encarnó a la novia más fugaz y poderosa del cine. Era un film que mezclaba el terror con lo trágico y lo poético, adelantando una mirada más emocional del monstruo que luego influiría en todo el género.
La marca de la pantera (1942)
La actriz Simone Simon interpreta a Irena Dubrovna Reed, una mujer que teme convertirse en una pantera.
En la década del cuarenta, el mundo estaba en guerra y el cine reflejaba esa tensión. Mientras títulos como Yo dormí con un fantasma o El Hombre Lobo exploraban la dualidad del ser humano, Cat People cambió las reglas del miedo.
Dirigida por Jacques Tourneur y producida por Val Lewton, fue un ejemplo magistral del terror psicológico. Su historia sobre una mujer que teme convertirse en pantera cuando siente deseo sexual fue una metáfora sobre la represión y la identidad. El director apostó por la sugestión, por el fuera de campo y por un miedo construido a través de la atmósfera. Así nació un tipo de terror donde lo que no se ve puede ser mucho más perturbador que cualquier monstruo.
La invasión de los usurpadores de cuerpos (1956)
El terror de la Guerra Fría hecho pesadilla: nadie es quien parece y la paranoia se vuelve contagiosa.
Los cincuenta fueron la era de la paranoia y la ciencia ficción. En plena Guerra Fría, películas como El enigma de otro mundo o El mundo en peligro (Them!), representaron el miedo al comunismo y a la bomba atómica en historias sobre invasiones y mutaciones. Dentro de esa corriente, La invasión de los usurpadores de cuerpos se convirtió en la más inquietante.
Don Siegel retrató a un pequeño pueblo donde las personas son reemplazadas por copias sin alma. Detrás de la trama alienígena se escondía un miedo universal: perder la identidad y convertirse en parte de una masa indiferente. Es una película que puede leerse como crítica política, como alegoría social o simplemente como una gran pesadilla paranoide. Su vigencia sigue intacta porque el miedo a la deshumanización nunca pasa de moda.
Psicosis (1960)
Janet Leigh inmortalizó a Marion Crane en la película.
Los sesenta trajeron un cambio radical en el cine de terror. Mientras Los ojos sin rostro o The Innocents llevaban el miedo a lo psicológico, Alfred Hitchcock rompió todos los moldes con Psicosis. La película comenzó como un thriller y terminó redefiniendo el género. La escena de la ducha se volvió un hito, pero lo realmente perturbador fue la revelación de que el asesino podía ser cualquiera, incluso alguien amable y solitario. Anthony Perkins creó un personaje que mezclaba ternura y locura, y Hitchcock jugó con las expectativas del público de una manera nunca antes vista. A partir de Psicosis, el terror se volvió íntimo, cotidiano y mucho más humano.
El exorcista (1973)
Los años setenta fueron una época oscura para el cine de terror, pero también una de las más creativas. Películas como La profecía, Carrie, La masacre de Texas y Halloween exploraron los límites de la fe, la violencia y el mal. En ese contexto, El exorcista se convirtió en un fenómeno mundial.
Dirigida por William Friedkin, combinó el realismo de los setenta con el horror sobrenatural. La historia de la niña poseída por un demonio tocó una fibra profunda, ya que representaba el miedo a perder el control, a que el mal se meta en casa. Más allá de los sustos, fue una película sobre la crisis espiritual y la pérdida de la inocencia. Su impacto cultural fue tan grande que redefinió el concepto de "terror religioso2 y abrió la puerta a toda una nueva generación de películas.
El resplandor (1980)
Los ochenta llegaron con una oleada de películas que mezclaban lo sobrenatural y lo psicológico. Mientras Poltergeist, Pesadilla en la calle Elm y Hellraiser dominaban la taquilla, Stanley Kubrick elevó el género con El resplandor. Basada en la novela de Stephen King, es una de las películas más estudiadas de la historia.
Jack Nicholson encarnó al escritor Jack Torrance con una intensidad hipnótica, y cada plano del Overlook Hotel parece diseñado para incomodar. Kubrick construyó un terror que va más allá de los fantasmas, explorando la locura y la desintegración familiar. Más que una historia de horror, es un laberinto mental del que nadie sale igual.
El círculo (1998)
La maldición que llevó el terror japonés al mundo entero y convirtió una cinta de video en una sentencia de muerte.
El final de los noventa marcó el auge del terror japonés, con títulos como Ju-on: The Grudge y Pulse que exploraban los miedos tecnológicos y el aislamiento moderno. The Ring o El círculo, dirigida por Hideo Nakata, fue la que más impacto tuvo. La idea de una cinta de video maldita que mata a quien la ve en siete días se volvió universal.
El film combinó el folclore japonés con una mirada muy contemporánea sobre la comunicación y la alienación. Su ritmo pausado, su atmósfera gris y la figura espectral de Sadako marcaron un nuevo estándar. Tanto fue su éxito que Hollywood hizo su propia versión, abriendo la puerta a una ola de remakes asiáticos.
28 días después (2002)
Danny Boyle transformó el cine de zombis en una experiencia frenética y brutal.
Los dos mil comenzaron con un nuevo tipo de miedo: el del colapso global. Títulos como El aro y El descenso jugaron con el horror psicológico, pero 28 días después de Danny Boyle llevó el género al terreno del caos. En lugar de zombis lentos, presentó infectados rabiosos y veloces, en una Londres desierta.
Más allá de la acción, el film retrata la fragilidad de la sociedad y la delgada línea entre la civilización y la barbarie. Fue filmada con cámaras digitales de bajo presupuesto, lo que le dio un realismo brutal. Su influencia fue tan grande que cambió para siempre la manera de filmar historias apocalípticas.
Hereditary (2018)
Ari Aster convirtió en terror familiar en una obra terrorífica e inquietante.
La década de 2010 trajo el auge del "terror elevado2, con películas como El Babadook o La bruja que apostaron por el simbolismo y el drama psicológico. En ese marco, Hereditary (o El legado del diablo) de Ari Aster fue la que más impactó.
Lo que empieza como un drama familiar termina en un descenso al infierno. Toni Collette ofrece una actuación desgarradora en una historia sobre el dolor y la herencia del mal. Lo perturbador no está solo en los rituales demoníacos, sino en la angustia emocional que atraviesan cada uno de los personajes. Fue una de las películas que devolvió el prestigio crítico al género, probando que el terror puede ser tan profundo como cualquier drama.
Host (2020)
El miedo digital de la pandemia, una sesión por Zoom que terminó siendo la experiencia más aterradora del confinamiento.
La década de 2020 arrancó en medio de la pandemia, y el cine no tardó en reflejarlo. Títulos como The Medium o Háblame mostraron nuevas formas de miedo, pero Host fue la más representativa del momento.
Dirigida por Rob Savage y filmada íntegramente por Zoom durante el confinamiento, cuenta la historia de un grupo de amigos que realiza una sesión espiritista online. Lo que empieza como una broma se convierte en una experiencia terrorífica. En apenas una hora, logra un nivel de tensión impresionante. Más allá del truco técnico, lo que asusta es el reflejo del aislamiento y la hiperconectividad. El terror del siglo XXI ya no necesita fantasmas físicos, solo una pantalla encendida.














