Final explicado de Legado: entre traiciones familiares y secretos enterrados
La serie española llegó la semana pasada a Netflix y rápidamente se ha ubicado entre lo más visto de la plataforma de streaming a nivel global.

Legado llegó la semana pasada a Netflix.
La serie española "Legado", disponible en Netflix desde la semana pasada, cerró su primera temporada con un desenlace que expuso la decadencia moral de la poderosa familia Seligman, dueños del emblemático periódico El Báltico.
El patriarca Federico, tras recuperarse de un cáncer de páncreas, regresó a casa para descubrir que sus hijos mayores -Andrés, Yolanda y Guadalupe- habían sucumbido a la corrupción durante su ausencia. Esta revelación desencadenó una serie de eventos que culminaron con una decisión determinante: vender el medio a Progressa, su mayor accionista, mientras Lara, la hija menor, analizaba si publicar una explosiva entrevista que comprometía el legado familiar.
Mirá el tráiler de la serie Legado:
La trama de traición se intensificó con Manuel, esposo de Guadalupe, quien tras ser involucrado en contrabando de dinero y construcción ilegal sobre fosas comunes, decidió aliarse con Progressa para vengarse de los Seligman. El policía corrupto Vargas le había obligado a entregar la única copia de la controvertida entrevista de Federico, pero cuando Manuel descubrió que Andrés y Blanca habían entrevistado a la doctora Pinos sobre un ataque perpetrado por Vargas, sufrió una brutal golpiza como advertencia. Guadalupe, intentando salvar su carrera política, presentó a su marido como ludópata y planeó enviarlo a rehabilitación, provocando que este se convirtiera en asesor de Progressa con el único objetivo de ver sufrir a la familia.
El misterioso asesinato de Vargas en prisión generó sospechas sobre los Seligman. Aunque Federico había rechazado la propuesta del alcaide de mandarlo matar, el oficial apareció muerto en circunstancias que simulaban un suicidio. Las miradas recayeron inicialmente sobre Yolanda, quien creía haber contratado accidentalmente a un sicario llamado Ezequiel durante una noche de embriaguez. Sin embargo, se reveló que Ezequiel no era asesino, dejando abierta la posibilidad de que el responsable fuera el propio Federico o el político Núñez, temeroso de que Vargas revelara sus vínculos con actividades ilícitas.
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Para conservar el control de El Báltico frente a la amenaza de Progressa, Federico orquestó un complejo entramado político y financiero. Negoció con Julia, ejecutiva bancaria, quien condicionó su ayuda a que el presidente flexibilizara la ley hipotecaria. A cambio, Federico debía facilitar la ruptura del gobierno con su socio de coalición, el partido de izquierda liderado por Rocío. Guadalupe accedió a los correos electrónicos de Rocío para fabricar un escándalo que forzó su renuncia, permitiendo al presidente convocar elecciones anticipadas. Esta cadena de favores posibilitó que Federico obtuviera el dinero necesario para pagar a Progressa y conservar el medio, contradiciendo irónicamente sus discursos sobre rectitud y verdad.
El secreto más oscuro de Federico fue revelado por Lara, quien descubrió que su padre había encubierto el asesinato del periodista Bruno a manos de soldados españoles en Afganistán que traficaban opio. Federico censuró la verdadera historia redactada por Andrés, pactando con el gobierno licencias televisivas y publicidad estatal que cimentaron su imperio mediático. León, amigo cercano de Lara, resultó ser familiar de Bruno y buscaba justicia por este encubrimiento. Tras ayudar a León a identificar a los soldados responsables, uno de ellos, Rafael, hirió gravemente al joven y confrontó a Federico, quien le prometió ayuda legal, evidenciando su hipocresía.
El cierre de la serie dejó una poderosa incógnita cuando Lara, en posesión de la entrevista donde su padre admitía haber ocultado la verdad sobre Bruno, debió decidir entre publicarla o proteger a su familia. Con el dedo suspendido sobre el botón de "enviar", el destino del imperio Seligman quedó en manos de la única integrante que aún conservaba principios éticos. La serie culmina así con un poderoso mensaje sobre el precio del poder y la imposibilidad de mantener la rectitud moral mientras se construye un imperio, cuestionando si la nueva generación está dispuesta a romper el ciclo de corrupción o seguirá perpetuando los pecados de sus predecesores.