Guillermo del Toro y un impulso al cine mexicano con la producción de su película Pinocho
El querídisimo director mexicano aprovecha su fama y sus películas para apoyar y potenciar el cine en su país de origen.
Guillermo del Toro es un personaje amado a lo largo y ancho del mundo, por todo amante del cine o cualquier otra persona que haya tenido la oportunidad de conocerlo.
Más allá de su carisma e incalculable talento, Del Toro ha sido una persona que permanentemente lucha por el desarrollo y protección del cine nacional, de su México natal. En una época donde las grandes plataformas dominan ampliamente el mercado, los cines venden cada vez menos, y los institutos de cine nacionales pierden fuerza, Guillermo ha llevado adelante diversas acciones para intentar concientizar, ayudar o incluso votar alguna ley que pueda cambiar un presente bastante oscuro para estas producciones, tan importantes para las industrias de cine nacional.
Por eso, entre otras movidas, como la difusión de salas donde se estrenó de manera gratuita Pinocho (tras la negativa de Cinemex de exhibir el film), Del Toro hizo que parte de la parte más importante de la producción, la animación en stop motion, se hiciera en un taller especializado situado en la ciudad de Guadalajara, una ciudad donde no sólo nació Del Toro, sino que considera una de las grandes mecas y formadores de talento del cine.
El Taller del Chucho es el nombre de este lugar donde cobró vida el famoso muñeco de Disney, con esta nueva y particular mirada que le otorga el realizador mexicano, alguien que jamás ha traicionado sus ideas, a pesar de haber trabajado durante muchos años en lo más alto de la industria.
En un video publicado por Netflix, el mismo director nos presenta el estudio, nos cuenta que fue una decisión de producción que fuera hecho en México e introduce de cierta manera el trabajo del El Taller del Chucho, al que considera como el mejor de esta técnica de animación.
El stop motion consiste en una animación fotograma a fotograma, o sea, un video que consta de fotos reproducidas una tras otra de manera tal que de la sensación de movimiento, algo similar al video con la diferencia no sólo que se trata de, literalmente fotos, sino que cada movimiento, por pequeño que sea, debe ser hecho por los animadores. Teniendo en cuenta que muchas veces se reproducen a 24 fotos por segundo, 60 minutos de película se compone de 86400 fotos, las cuales deben ser animadas una por una por el equipo.
A pesar de ser un trabajo absolutamente fino y complejo, lo cierto es que su valor artesanal, destacado por Guillermo, lo hace algo al alcance de la mano de muchas personas, justamente lo que señala el director de El laberinto del Fauno, quien una vez más ayuda, desde su talento, al cine mexicano. Un héroe absoluto.
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