Adam Sandler: ¿un genio o actor sobrevalorado?

Los medios modernos de comunicación transformaron casi cualquier opinión en debates encarnizados. La subjetividad parece desaparecer y todos intentan transformar en verdad sus miradas. No hay otra explicación más que esta para que exista alguna duda sobre la carrera de Adam Sandler. 

Vamos primero a lo fáctico: Sandler es una superestrella de Hollywood. Le guste a quien le guste y haciendo cosas buenas o malas, no importa. El actor nacido hace 55 años cuenta con más de 50 películas en su haber, millones de dólares recaudados y una carrera en la que ha oficiado como guionista, actor y productor. Esto podría no ser una prueba directa de su grandeza, podría bien haber sido en base a muchas malas películas pero que vendieron mucho (que igualmente ya sería difícil de calificar como malas). Pero aquí veremos que el de Adam no es el caso y para eso repasaremos su carrera, sus mejores y peores películas y por qué Adam Sandler es objetivamente un gran actor. 

Los primeros pasos los dio a través de la comedia. A sus 12 años tuvo una pequeña actuación con un show de stand up. A partir de allí, participó en numerosos clubs. Su capacidad como humorista fue en notable crecimiento y terminó formando parte del elenco del Saturday Night Live. Poco tiempo después, comenzó su recorrido en el cine. En el año 1989 debuta con Going Overboard, una película dirigida por Valerie Breiman escrita por él mismo. Aquí ya empieza a haber un detalle clave de su carrera: Adam escribió muchas de las películas en las que participó, fue artífice de su propia carrera, y en ese momento apenas tenía 23 años.

Su primer éxito se dio con un estilo de películas bien característica de Sandler. Con Billy Madison, en 1995, entra de lleno en la etapa de crecimiento masivo de fama. A esa película le siguen Happy Gilmore y The Water Boy, éxitos absolutos de taquilla y que consolidaron el rol de Sandler durante la década del 90: un personaje poco inteligente, con rasgos infantiles en el mundo de adultos pero que todo le termina saliendo bien. El humor de sus películas nunca se caracterizó por ser profundo, sino más bien por las cosas más sencillas y banales. Así, terminó la década del 90 como un referente del cine de comedia estadounidense. 

Los comienzos de la década del 2000 llegaron con la primera prueba indudable de la capacidad del actor: Punch, Drunk, Love, la película de Paul Thomas Anderson en la que no sólo Sandler demostraba que podía actuar en otros géneros, sino también construir personajes particulares, interesantes y profundos. A este film, le siguieron 3 películas de indudable calidad: Locos de Ira, Spanglish y Reign Over Me, un dramón durísimo en el que protagoniza a un hombre que ha perdido a su familia en el atentado a las Torres. Más allá de que haya sido una etapa donde Adam decidió demostrarle al mundo que podía hacer lo que se propusiera, o simplemente algo consigo mismo, no tardó en demostrar que seguía disfrutando de sus comedias simplonas.

En 2007, el mismo años de Reign Over Me, estrenaba I Now Pronounce You Chuck and Larry, la comedia donde se casaba con su amigo compañero de bombero, sólo para asegurar el seguro de vida de su ex esposa. Volvía a ser el comediante haciendo cine sencillo. 

Los años posteriores fueron casi un espejo de lo comentado anteriormente. Un genial personaje en Meyerowitz Story o en Uncut Gems; y algunas películas absolutamente olvidables como Jack and Jill o Growns Up 2. Adam Sandler disfruta y disfrutó de su carrera y allí es donde reside su mayor grandeza. Se da el lujo de hacer lo que disfruta, sea aceptado (como casi siempre) o denostado, ha podido trabajar con sus amigos en una infinidad de películas: Rob Schneider, Kevin James, Chris Rock y David Spade entre otros. En este último punto, más allá de cualquier otro argumento, podemos definir a Adam Sandler como a una estrella, un verdadero número uno. 

Con Hustle nos devuelve su talento, sus personajes dramáticos, su amor por el básquet y el cine. Un Sandler mucho más auténtico de lo que muchos creen. 

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