Solo después de ver esta película de culto, el creador de One Piece se animó a hacer el live-action de Netflix
Una comedia absurda de artes marciales y fútbol logró lo impensado: convencer al creador de One Piece de que su mundo podía existir en carne y hueso.

El creador de One Piece tenía miedo de adaptar la historia animada en live-action.
NetflixLa transición del anime al live-action es, probablemente, uno de los mayores desafíos para cualquier creador. La animación permite que todo lo imposible se vuelva real: mundos extravagantes, leyes físicas que se rompen a cada cuadro, personajes con poderes inverosímiles. Pero cuando ese universo debe representarse con actores reales y escenarios tangibles, el riesgo de que la magia se diluya es altísimo. En el caso de One Piece, ese manga legendario que es también un anime con más de mil episodios, parecía directamente impensable. Sin embargo, su creador, Eiichiro Oda, decidió aceptar el reto. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión?
Durante años, Oda fue tajante: su historia no estaba pensada para el mundo real. “Cuando empecé, no creía que tuviera sentido dibujar un manga que pudiera rehacerse en acción real”, declaró en una entrevista con The New York Times. Su escepticismo tenía fundamentos: la historia de adaptaciones fallidas (Dragon Ball Evolution, Death Note o Cowboy Bebop como ejemplos) era larga y dolorosa. Para él, no valía la pena arriesgar su obra más preciada. Pero entonces, una película se cruzó en su camino. No era japonesa, ni siquiera era una adaptación de manga, era una comedia asiática que mezclaba fútbol, kung-fu y efectos visuales desbordantes.
Absurda pero reveladora: esta película inspiró la serie de One Piece
La película que lo cambió todo fue Shaolin Soccer, dirigida por Stephen Chow y estrenada en 2001. Oriunda de Hong Kong, esta cinta se volvió una película de culto por su propuesta inusual: combinar artes marciales tradicionales con partidos de fútbol imposibles, todo contado con efectos visuales exagerados y un humor absolutamente desbordado. Aunque parece una parodia absurda, en realidad despliega una creatividad visual que rompía con las convenciones del cine de acción de principios del siglo XXI. Jugadas que generan tornados, patadas que lanzan jugadores por los aires y goles que rompen la física se mezclan con coreografías de kung-fu y una energía que recuerda, justamente, al ritmo del manga y el anime.
Para Oda, esa comedia fue una revelación. “Cuando vi la película de Chow, sentí que un mundo manga cobraba vida”, recordó. “Me di cuenta de que los tiempos habían cambiado y que existía la tecnología necesaria para hacer realidad un One Piece de acción real”. Desde entonces, su postura cambió radicalmente. Pero no se lanzó de inmediato: “Esperé hasta encontrar al compañero adecuado para dar vida al manga”.
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Ese compañero fue Netflix, que aceptó una condición innegociable: nada saldría al público sin el visto bueno del creador. “Se habían adaptado varios mangas a live-action, pero existía un historial de fracasos; nadie en Japón podía mencionar un ejemplo exitoso”, reflexionó el creador. Por eso se involucró en cada etapa del proceso, desde los guiones hasta el montaje.
“Actué como un perro guardián para asegurarme de que el material se adaptara correctamente”, dijo. Esa actitud protectora se mantuvo incluso después del rodaje, cuando varias escenas fueron vueltas a filmar porque “no eran lo suficientemente buenas para mostrarlas al mundo”.
Hoy, con el éxito de la serie live-action y una segunda temporada que ya fue confirmada para 2026, Eiichiro Oda puede sentirse satisfecho. Y todo eso, vale recordarlo, comenzó cuando una película de fútbol volador le mostró que lo imposible también puede existir frente a una cámara.